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Han pasado siete años desde que Lourdes llegó a Ecuador tras cinco días de viaje por tierra desde su natal Venezuela. Fue en 2017, cuando la más reciente diáspora venezolana empezó y se convirtió en uno de los flujos migratorios más grandes de los últimos tiempos.  

De acuerdo con los datos de la Plataforma de Coordinación Interagencial para Refugiados y Migrantes de Venezuela (R4V), hay más de 7,7 millones de personas venezolanas en el mundo; 6,5 millones de ellos se encuentran en América Latina y el Caribe, y unos 475.000 estarían en Ecuador.  

Son personas que dejaron sus hogares buscando una vida mejor, mejores oportunidades. Lourdes es una de ellas. A su arribo al país, ella se asentó en Loja, una ciudad al sur de Ecuador y en donde, según los datos de R4V, viven unas 4500 personas de Venezuela.   

Dos años después, a su nueva vida en Ecuador se unió su hermana Isabel. 

“Me llamaron (sus hijos y mis hermanos) y me dijeron: es que tú conoces a tanta gente en Ecuador, en Loja, y el sistema de salud allá es diferente, y yo les dije que sí. Decidimos, entonces, que la íbamos a traer”, cuenta Lourdes sobre la llegada de su hermana.  

Sin embargo, a pesar de las dificultades que enfrenta Venezuela, Isabel relata que no le fue sencillo tomar la decisión de migrar, sobre todo por la incertidumbre en torno a su salud. “Soy paciente oncológica”, comenta.  

OIM 2024 / Carlos Luzuriaga

La posibilidad de acceder a servicios médicos la ayudó a tomar la decisión de venir, lo que supuso pausar sus 24 años de trabajo como docente y consolidar una actividad que, ya en Venezuela, realizaba en paralelo a su tiempo en las aulas: la producción y venta de chicha.  

La chicha venezolana es una bebida hecha a base de leche y fideos, que se toma fría, y con la que Lourdes e Isabel endulzan y refrescan a su comunidad con los sabores de su tierra natal.  

“Era mi emprendimiento paralelo a mi profesión y así comencé a vender poco a poco la chicha. Hay mucha gente aquí en Loja, ecuatoriana, lojanos, que han probado mi chicha y dicen que es buena, que no tiene nada que envidiar a otras que venden por ahí”, cuenta Isabel. 

El espíritu emprendedor de estas dos hermanas les ha permitido prosperar en Ecuador. A través del programa Emprender en Movimiento, la OIM las apoyó con capital inicial y formación.   

Ellas forman parte de los 18 emprendedores migrantes venezolanos que pudieron fortalecer sus empresas gracias a tres donantes: el Fondo Internacional de Desarrollo (IDF, por sus siglas en inglés), la Fundación Citi y la Oficina de Población, Refugiados y Migración (PRM) del Departamento de Estado de los Estados Unidos, que les permitieron competir ante un panel de jurados expertos para ganar capital semilla y adquirir materiales y equipos para hacer crecer sus negocios.  

Sobre esta experiencia, Isabel recuerda: “Fue un curso excelente. Hablaban de qué manera podíamos establecernos en la parte financiera, obtener beneficios y ser eficaces”.  

Y cuenta que con el capital semilla que recibieron, pudieron comprar un freezer que las ha ayudado a mejorar su producción. “Tenemos dónde guardarla y se conserva más la chicha. Sin embargo, a la chicha nosotras no la dejamos para el día siguiente. Se tiene que vender toda o hacemos una menor producción para días que sabemos que no son muy movidos”, precisa Lourdes.  

Ellas preparan y comparten con su comunidad una de las caras más dulces de su natal Venezuela, un poquito de su tradición y cultura culinaria porque, como Lourdes sostiene, “Quien deja su hogar y su país, nunca olvida sus raíces.”  

A su emprendimiento, llamado Chicha Bel, lo comercializan en ferias y bajo pedido, a través de WhatsApp. “Hacemos entrega a domicilio o las personas lo vienen a retirar. Por la condición de mi hermana, no hemos establecido un local. Sí queremos, pero se nos ha dificultado un poco. Sin embargo, ahí vamos, poco a poco”, apunta Lourdes.  

Y agrega que sí perciben un antes y un después en sus vidas tras este proceso de aprendizaje, que su situación económica ha mejorado a través de su emprendimiento. “Con las ventas cubrimos algunos gastos, en cuanto a alimentación, y se completa una parte del arriendo, pero también hay otros gastos..., Yo trabajo por otro lado, para poder cubrir sus gastos. Con la venta de la chicha sí ha mejorado muchísimo la situación”, afirma.  

Frase destacada: “Lo bonito es que nos involucramos (en lo que hace) cada una. Siempre para mí es una emoción apoyarnos mutuamente”.  

Lourdes, venezolana en Ecuador